Prólogo: Miguel Ángel González Barrio
Edición, traducción, introducción y notas:
Luis Enrique de Santiago Guervós-
Madrid: Editorial Förcola, 2025, 392 pp.
ISBN; 9788419969170
Contenido e introducción:
INTRODUCCIÓN, Luis Enrique de Santiago Guervós
Prologo: Elisabeth Förster-Nietzsche: «Sobre la amistad Wagner-Nietzsche»
1.- Correspondencia Wagner – Nietzsche.
2.- Correspondencia de Nietzsche sobre su amistad con Wagner.
3.- Algunos textos de Nietzsche sobre Wagner.
4.- Elisabeth Förster-Nietzsche: «El final de una amistad».
5.- apéndice: «Friedrich Nietzsche y el problema “Wagner”: historia de un desencuentro». Luis Enrique de Santiago Guervós
6.- Cronología sobre la amistad Nietzsche-Wagner.
7.- Selección Bibliográfica.
8.- Índice de la correspondencia Wagner-Nietzsche.
La amistad entre Friedrich Nietzsche (1844-1900) y Richard Wagner (1813-1883) es uno de esos ejemplos históricos que llama la atención, sobre todo cuando constatamos el grado de intimidad que se desarrolla en tan poco tiempo entre un joven, que comenzaba su andadura intelectual, y un genio consagrado y admirado por su música en Alemania, como para crear esa «alianza» intensa y fructífera durante cerca de una década. El encuentro solo es comparable en la historia del espíritu alemán al de Goethe y Schiller. Es cierto que, de entrada, son muchos los que se preguntan quién de los dos se benefició más de esta amistad. Si tenemos en cuenta la diferencia de edad, más de treinta años, lo normal es que Wagner, como así fue en realidad, desequilibrase la balanza en relación a Nietzsche con quien se relacionaba como un padre emocionalmente ideal, y un Maestro al que le rendía pleitesía y una admiración sin límites. A ello se unía la no menos dependencia que surgió entre la mujer de Wagner, Cosima, y el propio Nietzsche. Su hermana, sin perder el tono hagiográfico de la biografía de su hermano, rememora esos momentos idílicos de su amistad: «Para él la experiencia de esta amistad tuvo un significado completamente diferente que para Wagner. Cuando el maestro conoció a mi hermano, era ya un hombre mayor con una trayectoria creativa que se acercaba a su fin. Para él la amistad con Nietzsche era un episodio de su vida madura, que no podía tener ya ninguna influencia y ningún futuro. Pero cuando mi hermano conoció a Wagner, él estaba en la aurora de su fuerza y juventud. En esta amistad él proyectó todo el esplendor de la suprema transfiguración, y a ella le dedicó sus más bellos sueños y esperanzas de futuro, pero también un montón de tiempo y de trabajo intelectual.»[1]
Por su parte, Richard Wagner encontró en Nietzsche lo que necesitaba en aquellos momentos. Un profesor universitario y una mente brillante que pudiera aplicar con coherencia los principios schopenhauerianos sobre las artes y especialmente sobre la música, a fin de justificar de una manera consistente y sólida sus teorías sobre la «obra de arte total» y la reivindicación de la tragedia griega como modelo de sus libretos operísticos. Además, contar al mismo tiempo con un filólogo joven, pero prestigioso, en el que veía la gran oportunidad de aplicar sus ideas sobre el mundo griego en un proyecto de futuro, constituía una ayuda inestimable para fundamentar su revolución cultural por medio de la música. No es extraño, por eso, que Nietzsche se viera envuelto en una atmósfera idílica, de grandes ideales, junto a un Maestro que comenzaba a ocupar un lugar destacado en la cultura de la época.
Algunos han llegado a calificar la relación de amistad de estos dos genios, no solo como uno de los momentos más importantes de sus vidas, sino como uno de los acontecimientos culturales más significativos del siglo XIX. Es indudable, por los testimonios y experiencias de uno y otro, tal y como se reflejan por ejemplo en su correspondencia, que se publica en este libro, que esos momentos fascinantes que compartieron durante un breve periodo de tiempo marcó una amistad sublime que Nietzsche califica de «estelar»[2], y una «confianza sin límite» donde resplandeció la grandeza humana y la singularidad de la naturaleza de dos seres excepcionales, aunque la potente luz de los dos astros no pudo disipar las sombras que casi desde el principio se cernieron sobre esas dos naturalezas tan singulares. Su hermana, que vivió de cerca esa amistad, aunque sus testimonios son casi siempre interesados, decía: «En la relación de mi hermano con Wagner está la felicidad y la tragedia de su juventud. Uno no puede comprenderla rectamente, si no conoce los sufrimientos y alegrías que le proporcionaron esta amistad»[3]. Giorgio Colli[4] venía a confirmar ese choque entre dos personalidades cuya «admiración sin mesura, el fanatismo, que acompañaron antes y después de su muerte a estos dos hombres, testimonian la violencia de sus personalidades, sin igual en la historia reciente del arte y del pensamiento. Por lo menos, hasta ahora no ha aparecido, después de ellos, una energía creativa cuya impronta quedase marcada de esa manera, que atrajera o repeliera con tal intensidad […] ante nuestros ojos Nietzsche y Wagner concluyen algo, son un final». Amigos y enemigos, con igual intensidad se unieron en un proyecto breve pero lleno de esperanzas para una Europa que se apagaba. La relación de amistad de ambos y todo aquello que la documenta conducen a esa «intimidad más profunda».
Es indudable que podríamos tener una visión más completa de esta amistad, si la correspondencia entre Nietzsche y Wagner no hubiera sido truncada por el capricho y venganza de Cosima, que destruyó y quemó la mayoría de dichas cartas[5]. Sin embargo, las cartas del propio Wagner que se conservan junto con las de su mujer Cosima[6], ayudan a la imaginación a representarse esa época privilegiada y floreciente de una breve estación, al mismo tiempo que entre líneas se pueden todavía intuir hermenéuticamente como respuesta las misivas de Nietzsche a Wagner. Se trata de la vida misma de Nietzsche y Wagner. No podremos asirla en su inmediatez, pero estas cartas, y las vivencias del propio Nietzsche a través de su correspondencia con terceros, «nos ofrecerán un cuadro en el que el estremecimiento de Tristán aparecerá idéntico al de Zaratustra»[7].me junio 1869. F. Ni La Correspondencia entre Wagner y Nietzsche, y sus manifestaciones a terceros, nos pone una vez más ante la presencia del «hombre» Nietzsche, ayudando al lector e investigador a completar su imagen y a comprender mejor a contextualizar su pensamiento y sus obras. Hay que tener en cuenta, que, a la hora de emprender la tarea de escribir sobre un autor, las cartas se convierten en un instrumento fundamental para conectar el pensamiento y la vida de Nietzsche. Sobre esta época escribía Ferdinand Tönnies: «Cuando comencé a frecuentar a Rèe - poco después de su separación de Nietzsche, en 1883 - me comentó que Nietzsche era mucho más importante en sus cartas que en sus libros e incluso más importante en las conversaciones que en las cartas»[8]. Y es que las cartas vienen a ser como ese «diario íntimo» que Nietzsche no escribió, su biografía interior, el contexto sensible del pensamiento, la explosión de sentimientos intensos, la única forma que Nietzsche tenía de poder tocar todavía el mundo desde su inmensa soledad, de construir sobre el papel el mundo de sus afectos, y de dejarnos esas huellas supervivientes, trozos de vida perdida que nos conectan prodigiosamente con lo que un día fue[9]. Reinhart von Seydlitz, uno de los destinatarios de las cartas de Nietzsche escribía a Heinrich Köselitz, el amigo y amanuense de Nietzsche: «Quien quiera afirmar en el futuro que él ha estudiado a Nietzsche, debe primero demostrar que conoce las cartas»[10], porque estas, de alguna manera, nos permiten conocer el proceso por el que el artista va modelando su obra hasta tomar conciencia de sí. En realidad, Nietzsche es el autor de su propio personaje. Nietzsche ha creado a Nietzsche y sus cartas son como el vademécum para comprender sus propias obras, su relación con el entorno, son como el catálogo en el que el artista describe su propia obra de arte que es él mismo.
Una vez más, en el caso concreto de la Correspondencia de Nietzsche con Wagner, que viene a ser la encarnación material de relaciones personales con él, además de una fuente de información histórica, forma una especie de autobiografía que aporta perfiles y perspectivas complementarias, que permiten recuperar datos importantes para añadir valor y relevancia a su propia obra. Es incuestionable que se entiende mejor lo que alguien ha escrito cuando se conoce a la persona. En el caso de Nietzsche, como veremos, esto tiene especial relevancia, pues por las cartas se puede comprender que cada pensamiento es un acontecimiento y cada libro publicado un paso más hacia ese «llegar a ser lo que uno es», como rezaba el subtítulo de su libro autobiográfico Ecce Homo. Esto, ciertamente, nos permite hablar con mayor seguridad sobre su desarrollo intelectual, perfilar la historia de la redacción de sus obras, y dibujar el camino de su pensamiento que se va abriendo poco a poco, desde su adolescencia, entre las lecturas que dirigieron sus pasos y las amistades que contribuyeron a contrastar sus ideas. Giorgio Colli, hacía algunas observaciones interesantes al respecto: «La edición crítica de la correspondencia de Nietzsche tiene un valor biográfico incalculable para la investigación de Nietzsche. Pero su importancia no se agota de hecho en esto. La correspondencia abre perspectivas esenciales en la historia de la cultura del siglo XIX»[11].
Es cierto que hasta fechas recientes las cartas, así como otra documentación autobiográfica —archivos, diarios, notas personales, borradores, manuscritos—, fueron papeles que tenían una dimensión estrictamente erudita, cuando la tenían, sin que se comprendiera su enorme alcance testimonial, biográfico y muchas veces literario, y sobre todo su papel como contrapunto a la publicación de las obras de Nietzsche. Montinari, sin embargo, definió de una manera precisa el valor de las cartas de Nietzsche: «Las cartas de Nietzsche tienen un reconocido rango filosófico y literario; en este sentido no solo forman un complemento importante a la obra, sino también porque ellas: a) proporcionan un conocimiento esencial sobre el origen de sus escritos y sobre sus planes literarios; b) porque registran el primer surgimiento de determinados pensamientos filosóficos e ideas literarias hasta su expresión literal característica; c) porque contienen datos importantes sobre la publicación de sus obras y cuestiones relativas a la constitución del texto»[12]. Desde sus primeros escritos podemos constatar también por su correspondencia la evolución de sus ideas y cómo va contrastando sus escritos con las opiniones de sus amigos y amistades. Así, por ejemplo, Cosima Wagner en sus cartas le hace observaciones sobre sus manuscritos[13], los analiza con Wagner, le sugiere lecturas, de tal manera que Tribschen se convirtió en el taller intelectual de los primeros escritos de Nietzsche. Este intercambio de manuscritos nos permite, por lo tanto, seguir la evolución de los primeros escritos de Nietzsche, los distintos avatares, su intencionalidad y algunos comentarios fundados. El caso, por ejemplo, más significativo en su primera época fueron los escritos preparatorios para El nacimiento de la tragedia que comentaba con Cosima y el propio Richard Wagner. «¡Oh, ¡qué hermoso es su libro! ¡Qué hermoso, qué profundo y qué audaz! […] No acierto a decirle el efecto sublime que me produce su libro, cuando usted constata con tanta simplicidad y veracidad lo trágico de nuestra existencia. […] ¡Usted ha encontrado las palabras más justas para las cuestiones más difíciles!»[14]. De este modo, Cosima se había convertido en su primera interlocutora, la que intuía el impacto de sus ideas y la que le motivaba para ir en una u otra dirección. Nietzsche tenía por costumbre entregarle lo que iba escribiendo para que le diese su opinión.
Bajo esta perspectiva, como señala Renate Müller-Buck, «las cartas de Nietzsche llegan a ser un testimonio importante de su filosofar, en cuanto que nos ponen ante los ojos de manera ejemplar la incuestionable unidad de vida y pensamiento, cuerpo, psique e intelecto»[15]. Por eso, hay que considerarlas no simplemente como un elemento importante para contextualizar su pensamiento, sino como «parte esencial» de su filosofía, porque en ellas encontramos un rasgo central del pensamiento de Nietzsche, es decir «el intento de individuar los vínculos antropomórficos, instintivos y perspectivísticos del conocimiento». Además, en la abundante correspondencia que mantuvo a lo largo de su vida se puede apreciar también la construcción narrativa de su identidad, un ejercicio vital en el que el propio Nietzsche relata sus experimentos, sus fracasos, sus sufrimientos, su soledad como sustrato fundamental de sus escritos. Cada una de sus cartas marca algo del diseño de su vida, de tal manera que su modo de vivir iba condicionando su modo de pensar y una obra como la suya iba surgiendo como necesidad desde lo profundo de una existencia que buscaba siempre la superación y la claridad sobre sí mismo. Pero al mismo tiempo, también son marcas y síntomas de nuevas experiencias, que nosotros solo alcanzamos a comprender como la punta del iceberg, mientras que las experiencias fundamentales se ocultan bajo las más diversas máscaras en lo más profundo de su intimidad. De ahí que lo verdaderamente importante a la hora valorar el contenido de su epistolario es descubrir el camino que nos conduce directamente a ese mundo íntimo que constituye el fundamento oculto de toda la estructura arquitectónica exterior. Y ese camino que dibuja la dialéctica entre vida y obra, entre existir y pensar, lo volvemos a encontrar en su correspondencia, pues «en ella alcanza expresión simbólica la unidad entre su existencia y su filosofía, porque en ella también aparece su vida referida a su pensamiento y donde las raíces existenciales de este se nos hacen patentes de manera más inmediata»[16].
La presencia de Nietzsche en el mundo contemporáneo se explica no solo por sus formulaciones teóricas o sus expresiones fuertes, a veces hirientes, sino por la personalidad que se enmascara detrás de sus obras, por la fuerza que quiebra el sentido de las palabras, por las luchas y las guerras que se ventilaron en lo más profundo de su espíritu. Hoy, a modo de ejemplo, a través de su correspondencia, podemos aproximarnos un poco más a esa profunda relación de amistad entre Nietzsche y Wagner si somos capaces de sentir, como decía el propio Nietzsche, la sangre que corre por cada una de sus palabras y de sus pensamientos, o el aliento de sus frases. Él confesaba una vez más en su Zaratustra: «De todo cuanto ha sido escrito yo solo amo aquello que se escribe con la propia sangre. Escribe con sangre: y sabrás que la sangre es espíritu»[17]. Pero es más difícil comprender la sangre ajena que sus palabras, y precisamente por eso también es tan difícil comprender a los que escriben con sangre, pues solo los hombres fuertes le comprenderán. Él sabía de la apremiante necesidad de salvar la indigencia de la palabra, incapaz de transmitir los sentimientos más profundos, la parte de silencio que todo discurso lleva consigo y la plurivocidad de la misma vida, pero también reconocía, como un límite insuperable, que el filósofo se hallaba atrapado en las redes del lenguaje.
La luz de esa amistad se refleja en sus palabras dirigidas a Wagner que se producen solo desde la incandescencia del alma: «Vosotros conocéis solo chispas del espíritu: ¡pero no veis el yunque que él es, ni la crueldad de su martillo!»[18]. «He aquí el hombre», se empeñaba Nietzsche en proclamar al final de su corta vida, y he aquí su Correspondencia,
«un documento esencial, único —afirma Joan B. Llinares— que se lee como una genuina confesión, como los trazos que deja sobre el lienzo un artista fascinante, trazos que no nos cansamos de contemplar, de reubicar, de meditar, de interpretar o de glosar… No es casual que muy notables poetas, pintores y escritores se hayan inspirado en estas huellas y misivas, en estos gritos proferidos desde profundos abismos. Su lectura, ciertamente, agarra al lector y no lo suelta, provocándole múltiples resonancias, como sucede a veces con las mejores experiencias biográficas, con lo que de verdad nos afecta»[19].
En la presente edición hemos querido seguir el camino que sugirió Mazzino Montinari cuando publicó en italiano la edición de la Correspondencia entre Nietzsche y Wagner y señalaba que este intercambio de misivas sacan a la luz los pensamientos más íntimos de Nietzsche sobre Wagner a través no solo de la Correspondencia entre ellos, sino también de las opiniones de Nietzsche que expresa a terceros, o de las notas de sus cuadernos[20]. Por eso, hemos incluido en esta edición un apartado en el que se recogen extractos de las cartas de Nietzsche[21], que tienen un importante valor biográfico, a otros destinatarios a los que manifiesta sus sentimientos sobre su amistad con Wagner. Estos testimonios epistolares nos ayudan, sin duda, a contextualizar la elación de amistad, y nos sirven al mismo tiempo para comprender hermenéuticamente el trasfondo emocional de Nietzsche que ocultan dichas cartas.
Para completar y contextualizar esa correspondencia, hemos añadido como apéndice el punto de vista de la hermana de Nietzsche, Elisabeth, sobre el trasfondo de la ruptura entre estas dos personalidades «estelares». A pesar de los prejuicios que acompañan siempre a sus escritos, por las manipulaciones que sufrieron la obra y biografía de su hermano, su testimonio tan cercano contribuye a informarnos sobre aspectos biográficos relevantes de la vida de Nietzsche. Por otra parte, para comprender mejor el trasfondo y la evolución de esa amistad se incluye también en esta edición un estudio pormenorizado del autor que lleva por título: ««Friedrich Nietzsche y el problema “Wagner”: historia de un desencuentro».
[1] WNF, p. 278 (contexto ver p. ++ de este escrito)
[2] FW, «Amistad estelar», § 279, OC III 831. Aunque no lo cita, el parágrafo es un alegato lleno de melancolía a una amistad frustrada.
[3] Elisabeth Förster-Nietzsche, Das Leben Friedrich Nietzsche’s. II, Leipzig: Naumann, 1897, pp. VI-VII.
[4] Giorgio Colli, Introducción a Nietzsche. México: Folios Ediciones, 1983, p. 26
[5] Las cartas de Nietzsche a Wagner y a Cosima, fueron destruidas probablemente por su hija Eva Wagner, después de la publicación de los escritos de Nietzsche contra Wagner, aunque la propia Cosima para justificar tal destrucción ante la hermana de Nietzsche, Elisabeth, le confesaba que en Wahnfried, su residencia en Bayreuth, se destruía siempre toda correspondencia. Ver carta de Cosima Wagner a Elisabeth Förster-Nietzsche, en Cosima Wagner, Das zweite Leben. Briefe und Aufzeichnungen. 1883-1930, edt. por D. Mack, Múnich: Piper, 1980, pp. 555-556. «De acuerdo con la costumbre [en Wahnfried] las cartas de tu hermano han sido destruidas». Respecto a las cartas de Nietzsche a los Wagner, el 15 de noviembre de 1900 escribía Cosima a Elisabeth Förster-Nietzsche. «La declaración del año 1875 [referencia a Wagner], que tú me comunicas, me parece incomprensible, puesto que contradice lo que en Wahnfried era algo corriente, por decir un principio. Conforme esta costumbre las cartas de su hermano han sido destruidas; por casualidad, y en un lugar donde menos podría pensar que pudiesen estar, se han encontrado, en tiempos diversos, las dos que has leído» (en «Bayreuther Bläter, vol 23, 284-286). Solo pocas cartas de Nietzsche se salvaron en Bayreuth y en parte publicadas en las «Bayreuther Blätter», las otras cartas que se conservaron en forma de «borradores» fueron publicadas por su hermana como hilo conductor de su libro: Wagner und Nietzsche zur Zeit ihrer Freundschaft, Múnich: G. Müller, 1915.
[6] Cosima Wagner, Cartas a Friedrich Nietzsche. Diarios y otros testimonios. Edición., intrd. y trad. Luis Enrique de Santiago Guervós, Madrid: Trotta, 2013.
[7] Giorgio Colli, op. cit., p. 27.
[8] F. Tönnies, Paul Rèe, en Das Drei Wort, 17 (1904), diciembre, p. 670.
[9] Ver Luis Enrique de Santiago Guervós, «La Correspondencia de Nietzsche: la otra cara del «Ecce Homo», en Estudios Nietzsche 18 (1918), pp.95-113.
[10] Carta del 9 de diciembre de 1900, Goethe-Schiller Archiv, GSA 102/561, KGB, III 7/1, 543.
[11] F. Nietzsche, Briefwechsel, ed. de G. Colli y M. Montinari, Berlin/New York: Walter de Gruyter, 1975, vol 1/1, p. XI.
[12] M. Montinari, «Nietzsche Briefwechsel. Kritische Gesamtausgabe»: Nietzsche-Studien 4 (1974), p. 375. Ver también G. Campioni, Leggere Nietzsche. Alle origini dell’edizione critica Colli-Montinari, Pisa: ETS, 1992
[13] Véase en los Diarios de Cosima, 1 de enero de 1873: «Actividades de Año Nuevo; varias cosas de correos, entre ellas un cuaderno del profesor Nietzsche con manuscritos, prólogos a libros no escritos. […] Por la noche leemos los prólogos del profesor Nietzsche», en CW, p. 282.
[14] Carta de Cosima a Nietzsche, 18 de enero de 1872, en CW, p. 160.
[15] 50. R. Müller-Buck, «‘Una sua parola mi farebbe felice’. Nietzsche scrittore di lettere»: Cultura tedesca 20 (2002), p. 9.
[16] F. González Vicén, «Introducción» a la Correspondencia, en F. Nietzsche, Obras completas, vol. V, Buenos Aires: Aguilar, 1951, p. 436.
[17] Za, I, «Del leer y el escribir», OC IV 92.
[18] Za, II, «De los sabios famosos», OC IV 133.
[19] J.B. Llinares, «Introducción» a CO IV 14.
[20] Mazzino Montinari, Carteggio Nietzsche-Wagner, Torino: Paolo Boringhieri, 1959, p. 9.
[21] Se enumeran con las siglas A1 ss.